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[Sociología] Jesús Palacios: «Europa está en caída libre cultural y política, sólo queda sentarse en la terraza y disfrutar del espectáculo»

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Mensaje por Aries Mar Oct 16, 2018 12:47 am

Jesús Palacios: «Europa está en caída libre cultural y política, sólo queda sentarse en la terraza y disfrutar del espectáculo», por Borja Crespo

La Vagina Dentata es su icono de terror favorito y si tuviera que elegir una banda sonora para un festín orgiástico se decantaría por la música Italo Disco, «a discreción, especialmente Radiorama, Lectric Workers, Crazy Gang, San Giovanni Bassista, Mr. Flagio y el temazo de The Immortals The Ultimate Warlord». Hablamos con Jesús Palacios (Madrid, 1964), un juntaletras de combate, crítico de cine y tertuliano sobre el lado oscuro del ser humano.

De Palacios son libros como el mítico Goremanía (1995), Satán en Hollywood (1997), Psychokillers (1998), Los ricos también matan (2000) o Nosotros los vampiros (2002), entre muchos otros de total referencia. Conocedor de nuestro reverso más tenebroso, acaba de coordinar un libro indispensable, Eroguro, sobre el erotismo, lo grotesco y el absurdo en la cultura nipona, un tomo publicado por la editorial Satori con una portada de escándalo, obra de Shintaro Kago, cuyas páginas dan protagonismo «al género o metagénero más oscuro y excitante de la cultura japonesa, a la vez que menos y peor conocido: el eroguro nonsensu». De ello hablan expertos como Rubén Lardín, Daniel Aguilar, Iria Barro Vale o Germán Menéndez Flórez, aparte del propio Palacios, acompañados por relatos clásicos del género, ilustraciones originales «y un aparato gráfico singular».

Es inevitable que nos cuentes más de qué va Eroguro. Necesitamos conocer esta ambrosía para lectores despistados.

Es un recorrido colectivo, obra coral a varias manos, que trata un género que surge en las primeras décadas del siglo XX de la fusión de los términos “erotismo”, “grotesco” y “absurdo”, de la mano de escritores y artistas nipones que están atrapados entre la apertura a Occidente con sus vanguardias, su modernidad y géneros populares como el policiaco, el terror o la ciencia ficción y el espíritu tradicional más arcano y profundo del budismo, el teatro kabuki de fantasmas o los grabados eróticos y sangrientos del periodo Ukiyo-e. Autores tan variados como Tanizaki, Akutagawa, Edogawa Rampo, Juzo Unno o Kyusaku Yumeno, entre otros, sentaron las bases de un maridaje brutal y salvaje entre horror, sexo, mutilación, humor negro, sensualidad, crimen y pasión que les sobreviviría después de la Segunda Guerra Mundial a través del cine y el manga, llegando hasta nuestros días gracias a personalidades como los mangakas Hideshi Hino, Suehiro Maruo o Shintaro Kago, entre otros, y a realizadores como Teruo Ishii, Yasuzo Masumura o los mismísimos Takashi Miike y Sion Sono.

La risa y el horror, el placer y el dolor, ¿van juntos de la mano?

Es una verdad eterna. El Eros y Tánatos de Freud, lo Grotesco de Bajtín, la experiencia límite de Foucault, el éxtasis erótico-religioso de Bataille… Podría estar poniendo ejemplos culteranos hasta matarnos de aburrimiento, pero basta mirar a nuestro alrededor y, sobre todo, dentro de nosotros mismos para saber que todo ello es una sola y misma cosa y que somos la suma imperfecta de impulsos oscuros y contradictorios pero inextricablemente ligados entre sí y necesarios para el individuo y su supervivencia.

En tiempos de excesiva corrección política da gusto hablar de erotismo extremo y el lado oscuro del ser humano.

Eso da gusto siempre, pero por supuesto cuanto más demonizado, perseguido y censurado, abierta o tácitamente, esté el Lado Oscuro, más placer produce penetrar en él y sacarlo a la luz. Es como si los nuevos censores y gurús del buen rollo y la corrección moral –corrección política es un término muy gastado y que todos se achacan entre sí, por eso prefiero hablar de “corrección moral”, “neopuritanismo” o de “feminismo milenarista”– desconocieran cosas como la psicología inversa o el refuerzo negativo. La prohibición del alcohol en los años 20 en Estados Unidos provocó la aparición de la Mafia –un logro que debemos a organizaciones sufragistas como La Sociedad Americana para la Temperancia, es Historia–, tal y como la de las drogas sólo provoca un estado de terror perpetuo para consumidores y fuerzas del orden que beneficia únicamente a la economía sumergida, la corrupción y el crimen organizado. Cuando nos prohíban las expresiones del Lado Oscuro me haré rico traficando con mis libros y colecciones de erótica y gore en el mercado negro, aunque tenga que controlarlo desde la cárcel.

¿Qué obras recomendarías a un profano relacionadas con el libro?

Pues literariamente los primeros cuentos de Tanizaki, casi todo lo escrito por Edogawa Rampo y novelas y relatos de algunos autores modernos como Ango Sakaguchi, Ryu Murakami, Yasutaka Tsutsui o Kobo Abe. En manga, Suehiro Maruo, que además adapta algunos de estos clásicos, y Shintaro Kago, el más surrealista y extremo, y en cine dos películas fundamentales: Blind Beast, de Masumura, y Horrors of Malformed Men, de Ishii.

¿Lo ves como materia para estudiar en la universidad?

De hecho, los únicos libros y ensayos sobre el tema que andan por ahí, principalmente en inglés, son tesis doctorales o textos universitarios… En parte por desgracia, porque tal y cómo está la universidad hoy en día, en términos generales, estudiar algo en ella es desnaturalizarlo, disecarlo o peor aún diseccionarlo a base de posestructuralismo, marxismo de salón, estudios de género –y no me refiero a literatura de géneros populares precisamente–, multiculturalismo y otras hierbas tóxicas. En la mayoría de estos textos se ignora la dimensión pop del fenómeno, se limitan al comentario sociopolítico, se deja fuera a menudo la literatura popular y no se habla siquiera de cine, de manga o de porno. Así están las cosas.

En los tiempos que vivimos dan ganas de ir a los toros, fumarse un puro y practicar el anarquismo relacional sin medida. ¿Cómo lo vives desde tu posición de pope de la cultura trash?

Me apunto a lo tercero sin dudar, los toros y los puros me los ha prohibido el médico por la tensión. No sé si darte las gracias por lo de pope del trash, porque soy poco afecto a títulos honoríficos y menos aún religiosos y desconfío del trash como se entiende a menudo hoy, algo cool para reírte, en plan listillo y hípster. Soy vieja escuela, es decir, escuela John Waters: hace falta muy buen gusto para tener mal gusto. Y cuando algo trash me gusta, es de verdad. Una de mis películas favoritas es 2019, tras la caída de Nueva York, de Sergio Martino, que prefiero a cualquiera de Marvel o Star Wars y que me gusta más, por cierto, que Centauros del desierto, con la que tiene mucho en común. Como ves, lo llevo con resignación respecto a la cultura trash, y respecto al neopuritanismo y el feminismo integrista actual, pues como dice un buen amigo: me siento como el camarero judío del bar de la Gestapo. Esperando que me deporten. Aunque, en realidad, ya estoy cansado de jugar a ser El pianista y me voy inclinando cada vez más a salir del armario como El quimérico inquilino aunque me tiren por la ventana… Acabo de citar dos pelis de Polanski, estoy perdido.

¿Hacia dónde va la cultura popular?

En Europa, hacia donde vamos todos: al colapso y la extinción. Desde que el Imperio USA se apoderó del mundo tras la Segunda Guerra Mundial y tras el postrer esplendor del cine de los años 60 y 70, de los nuevos cines al Spaghetti, el giallo, el polar y las coproducciones –el resplandor de una nova antes de convertirse en agujero negro–, Europa está en decadencia y caída libre cultural, al igual que política, sólo queda rebuscar en la basura, sentarse en la terraza y disfrutar del espectáculo. En Estados Unidos está en perfecta forma, como demuestran el cine de superhéroes, aunque no me guste un pelo, las divas pop y sus videoclips o el #MeToo, que es monstruoso pero también un fenómeno netamente pop y hollywoodiense. En Asia y Latinoamérica está emergente, fuerte y potente: el reggaetón ha conquistado el mundo, la mierda latina se escucha en todas partes, pero sobre todo entre los jóvenes, que es donde está el pop, y el cine de acción surcoreano, el K-Pop, el J-Pop, el manga, el anime y, por supuesto, el eroguro, triunfan.

¿George Orwell se quedó corto? Warhol seguro, Huxley probablemente…

Todos se quedaron cortos, habría que recombinar sus distopías, caso de que Warhol fuera crítico con lo que retrataba o en sus comentarios irónicos, que no estoy tan seguro, porque esto es más bien una mezcla desequilibrada entre la dictadura del miedo de Orwell y la del bienestar de Huxley, pero con muchos aspectos más cutres, más cerca de distopías pulp o bolsilibro que de los clásicos. Es un mundo de Serie B psicotrónica y paranoia estilo Frederic Brown, Jack Williamson o, en el extremo opuesto, Kurt Vonnegut y William Burroughs. Hay que drogarse para aguantarlo, pero no con el soma institucional, sino con las sustancias nobles y prohibidas.

¿Has visto algo que te haya emocionado en la sala de cine últimamente?

He visto cosas que me provocan emociones, desde luego. Supongo que preguntarte asombrado hasta dónde puede llegar la estupidez de una historia o el mal gusto estético imperante en el cine actual es una emoción. Lo que no implica que no vea cosas que me gustan, claro. Me emocionó una pequeña película canadiense de terror teen, Game of Death, de dos jóvenes a los que conocí en Fantaspoa, Sebastien Landry y Laurence Morais-Lagace. Es corta, sangrienta, visualmente muy bonita y atrevida, los actores jóvenes y atractivos e insospechadamente romántica. Pero me emociono más a menudo con un videoclip de Pink o Katy Perry que con un blockbuster: son igual de espectaculares, duran mucho menos y son infinitamente más bonitos y divertidos, además de mejores cinematográficamente hablando. No todos, claro, pero algunos…

¿Está cada vez más complicado vivir de escribir en este mundo?

Nadie en España, creo, ha vivido jamás de escribir. Yo desde luego, no. Pero ni Camilo José Cela ni, al menos hasta consagrarse, claro, Javier Marías, Javier Sierra o quien quieras citar, autor de prestigio o de best seller. Digamos alguna mujer: Almudena Grandes, Lucía Etxebarría o la misma Ana María Matute, da lo mismo, todos eran o son profesores, funcionarios, empleados de banca, periodistas… Y tanto unos como otros vivimos, mejor o peor, no de lo que nos pagan por juntar letras, sino de las charlas, programas de radio o televisión, bolos varios y premios y honores resultado de escribir. Ni siquiera Gala podía prescindir de conferencias, apariciones en televisión y otras mierdas, pese a que debe ser lo más cercano a vivir del cuento que recuerdo, con guiños a Pérez Reverte, Marías y pocos más. Y te diré algo: igual es bueno que sea así, porque en mi caso si viviera de escribir sería por no poder escribir lo que quiero y no sé si quiero un bombón envenenado así.

Hay que reivindicar la crítica como un género en sí mismo en peligro de extinción, ¿os es cosa de apocalípticos?

Fuera quizá todavía esté vigente, pero en España no existe la crítica. Estamos todos vendidos y comprados ni siquiera por un plato de lentejas, sino por una lata de guisantes de marca blanca. No se puede hacer crítica de medios en medios que viven de los medios que se supone estás criticando. No te dejan. Lisa y llanamente. Y en crítica cultural más aún, si cabe. Y cabe mucho. Por no decir, ni siquiera las del #MeToo versión española se atreven a decir quién o quiénes las han acosado o agraviado. En España se dice el pecado pero no el pecador: el cine español es malo, pero nadie dice “esta película de fulanito es una mierda”; la literatura española está en baja desde los 80, pero nadie dice “vaya mierda de novela la de menganito”. O “un productor me tocó el culo una vez”, pero… ¿qué productor? ¿El de tu próxima película? Yo ya no soy crítico de cine, sino críptico de cine: digo más en clave y entre líneas en las críticas que escribo de lo que se lee a primera vista.

¿Para cuándo el Goremanía 3? Algunos lo piden a gritos.

Pues para nunca. El gore ya no es lo que era, como tantas cosas. No tiene sentido una guía en estos tiempos, entre otros motivos porque ya no es útil como lo fueran en la época pre-internet. La gente que sigue sacando guías de películas me parecen estafadores de poca monta, trileros que no saben ni dónde ponen el dado o la moneda, falsa. En cuanto al gore en sí está ahora hasta en la sopa, es un producto televisivo y cualquier película comercial o no es capaz de mostrar imágenes sangrientas o viscerales que antes estaban reservadas para el cine de género y la exploitation. Por otro lado, nunca he dejado de escribir Goremanía 3: el libro de Eroguro es Goremanía 3, y también lo son Sigue grabando, Los poetas de la sangre o Hollywood maldito. Quizá tendría sentido escribir un ensayo, personal o colectivo, sobre precisamente cómo el gore ha sido subsumido por la industria mainstream y reificado en producto consumible para aquél mismo público que se escandalizaba e indignaba con el terror sangriento hace treinta o cuarenta años. Ese podría ser un Goremanía 3 diferente, como el dos ya fue muy distinto al primero.

Has sido un visionario en algunos de tus libros de ensayo. ¿Qué estás preparando ahora?

Estoy trabajando en mi seppuku con un libro en la línea Satán en Hollywood y Hollywood maldito acerca de los escándalos sexuales en la meca del cine y cómo han sido utilizados para hacer retroceder las libertades individuales y el buen gusto en la cultura y la sociedad a lo largo del siglo pasado y lo que llevamos de este. Aparte, también trabajo en una antología de relatos de terror clásicos que inspiraron el terror cinematográfico moderno desde los 60 en adelante, y en un nuevo libro colectivo sobre la idea de ancestralidad y el género fantástico y de terror, en relación al nuevo Realismo Especulativo y el concepto de hiperstición.

¿Echas de menos los años 90 y la explosión de fanzines con la que empezaste a juntar letras?

Eres muy amable al creer que empecé a juntar letras en los fanzines de los 90, pero en realidad añoro los 80 y el mundo de la Movida Madrileña, que es dónde empecé de verdad. Pero no la Movida de siempre, sino otra que se conoce menos aunque estaba al tiempo y se fundía y confundía con ella: la de los fanzines de ciencia ficción, cine y fantasía como Space Opera, Fan de Fantasía, Blagdaross, Morpho o Terminal. La de las librerías de cómic como Mafalda o el primer Madrid Comics. La del Rastro en la Plaza del Campillo del Mundo Nuevo, donde se cruzaban Alaska, El Zurdo o Miguel Ángel Arenas con Lorenzo Díaz, Emilio Serra o Carlos Aguilar, intercambiando fanzines, discos y tebeos. La de los tiempos de Metal Hurlant, El Víbora o antes aún Totem y Bumerang. La de las primeras ediciones del festival de género fantástico IMAGFIC. Alberto Santos vendiendo el Blagdaross en La Cuesta de Moyano, o la primera Hispacón con Radio Futura tocando. Yo empecé con fanzines como Excalibur o El grito, con la ayuda de mi padre, cuando todavía estaba en el instituto, y gracias al primer número de Excalibur y al gran Alfonso Álvarez Lorencio, ya fallecido, eso me llevó de inmediato a escribir en La Luna de Madrid, que era el totum revolutum de la época. No es que fuera un mundo perfecto, pero lo parecía. Y además era joven, qué demonios.

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Fuente: https://www.revistacactus.com/jesus-palacios-europa-esta-en-caida-libre-cultural-y-politica-solo-queda-sentarse-en-la-terraza-y-disfrutar-del-espectaculo/
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